Nuestra historia

Imagen antigua del mercado

En 1931 Burriana contaba con más de 15.000 habitantes, con necesidades básicas más modernas, incluyendo el proyecto de la construcción de un mercado municipal nuevo, funcional, que sustituyera al insalubre mercado diario ubicado en la Plaza Mayor, frente al Ayuntamiento y la Iglesia del Salvador. Fue, a mitad del siglo XIX, el mismo clero el que solicitó el traslado del mercado a la Plaza de la Merced, por incordiar a la práctica de los oficios, el bullicio de los vendedores. A principios del siglo XX, el problema seguía vigente, al igual que la discusión de la ubicación ideal del nuevo mercado. Fue en 1928 cuando se accede a cambiar de sitio el mercado, pero solo el ambulante de los martes, en el Pati de Monraval, que será, finalmente, el lugar en el que se erigirá el Mercado Municipal. El 13 de junio de 1931 el Ayuntamiento abre concurso para la plaza, que gana el joven arquitecto valenciano Enrique Pecourt Betés. Con la ayuda del alcalde Víctor Marín Puig, el 27 de agosto se presenta el proyecto del nuevo mercado, que será el definitivo, ubicándolo en el Pati de Monraval.

El 2 de marzo de 1933, ante la inminencia de la inauguración, el Ayuntamiento saca a subasta los puestos de venta, catalogados en varios tipos: cerrados para carne, cerrado doble para carne, abierto o palco para pescado, puestos para verdura y puesto de mesa de piedra para pescado.

El 3 de mayo de 1933, Burriana ya contaba con su mercado, que se completaría con los puestos vacantes, dispuestos alrededor de una fuente central, de estilo art decó, dándole la apariencia de plaza pública, en recuerdo de sus orígenes. El edificio muestra la unión del racionalismo y de la tradición modernista de los mercados de Valencia, con una amplia cubierta de cuchillería, muros diáfanos y columnas para dotar al interior de la luz natural necesaria. La portada es un arco coronado por un triple ventanal con vidrieras, que exaltan la riqueza de la naranja.

La dureza de la guerra, la postguerra y la autarquía de los años 40 y 50 reducen las partidas para mejoras en edificios públicos, no siendo el mercado una excepción. En los años 60 se presentaron dos problemas que afectarían al mercado. Por un lado, la mejora de las infraestructuras y equipamientos y, por otro, querer controlar los diferentes puntos de venta que aparecieron en la calle, en barrios periféricos, que ya no hacía necesario ir hasta el centro para poder comprar. El Ayuntamiento decidió encargar un nuevo proyecto a Enrique Pecourt para la construcción de un mercado similar pero de menos dimensiones en la zona sur de la ciudad. El mercado municipal tuvo una pequeña remodelación en los años 60, cerrando los altos de los muros con cristal, dejando muchas necesidades por cubrir.

El mercado quedó por mucho tiempo olvidado, y no fue hasta el año 1986, en el que el Ayuntamiento decidió tomar la decisión de intervenir el edificio, realizando un nuevo proyecto de remodelación, que empezó en 1988, dejando el exterior intacto pero cambiando completamente la fisionomía interior. Construyeron puestos de venta más funcionales para la comodidad de compradores y vendedores. Desmontaron la fuente central, el símbolo principal y más querido por los ciudadanos, que hoy se conserva en almacenes municipales y en la Casa de la Cultura.

El verdadero valor del mercado es ser un lugar de encuentro, de socialización, donde la venta no es mecánica, en la que no se pierde el tiempo, se gana. Porque una cosa es ir a comprar y, otra completamente diferente, es ir al mercado.

Conocer la historia de nuestro mercado nos tiene que servir para aprender a respetarla.